UN BUEN COMIENZO

Doy rienda suelta a mi nuevo blog sobre cine en Blogger. El anterior, llamado LOS VIERNES AL SOL, lo tenía en la plataforma El País. Aunque hablar a éstas alturas de Crepúsculo no es muy actual. Pero una forma de empezar a darle un contenido, en todo el trabajo de composición y grafismo de éste nuevo blog, era comenzarlo rescatando algunos de los antiguos artículos de LOS VIERNES AL SOL, con críticas sobre películas que en su momentos fueron éxito, como la protagonizada por Kristeen Stewart y Robert Patinson.

viernes, 21 de noviembre de 2014

LA ISLA MÍNIMA


Dirección : Alberto Rodríguez
Nacionalidad : España
Género : Thriller policíaco
Duración : 105 min.
Guión : Alberto Rodríguez, Rafael Cobos.
Fotografía : Alex Catalán
Intérpretes : Raúl Arévallo, Javier Gutiérrez, Nerea Barros, Antonio de la Torre, Jesús Castro.

Sinopsis
La Isla Mínima es una historia que transcurre en la España de 1980, en un pequeño pueblo olvidado y atemporal de las Marismas del Guadalquivir. Aquí, y durante un período de tiempo relativamente corto, se han sucedido las desapariciones de varias adolescentes, entre ellas, las de dos chicas justo en fechas de las fiestas patronales.
Pedro y Juan, dos polícias de la unidad de homicidios, ideológica y profesionalmente antagónicos, son destinados desde Madrid al pequeño pueblo de Cádiz, pese a estar atravechando dificultades  profesionales dentro del cuerpo.
La realidad con la que ambos se encuentran es con la de un lugar caracterizado por el silencio y hermetismo de sus gentes, que no se muestran en la labor de colaborar en la investigación y donde, además del arroz, existe otra fuente de ingresos : el tráfico de drogas. Mientras tanto, el pueblo atraviesa dificultades económicas debido a una huelga de agricultores, que acrecentan las presiones del gobierno para que los dos agentes solucionen rápidamente el caso.
A medida que el cerco hacia el asesino de las jóvenes se va estrechando, Pedro y Juan, se enfrentaran a su pasado, y a las diferencias en sus métodos, descubriendo cosas inesperadas el uno del otro.
Crítica
Éste año, el cine español, está sencillamente de enhorabuena. Títulos taquilleros como Ocho apellidos vascos, o El niño, han arrasado, pero aún así han sido títulos a los que se les podrían atribuir mejoras, y no han alcanzado la perfección. Sin embargo, ponen de manifiesto, que el cine español va evolucionando y cobrando peso, y que, muy pronto tendría que haber una película que colmara ese ansia de perfección. La Isla Mínima, es la consolidación de esa perfección, en una película magistral.
Alberto Rodríguez, quien ya había consolidado su carrera como director con Grupo 7, nos regala una película donde pone al servicio del espectador todo su ingenio; un ingenio que radica en demostrarnos que, no es necesario que una producción española tenga que invertir los limitados medios económicos patrios, intentando imitar las escenas de acción hollywoodienses. La magia de La Isla Mínima es precisamente esa; la sutilidad de una historia que sorprende sin resultar forzada, una película que entretiene solo con el poder de lenguaje, pero sin ser meramente contemplativa.
Sin necesidad de efectos especiales, ni de tiroteos en lugares públicos que creen escándalos apocalípticos, ni de escenas artificiosas que pretendan demostrar al espectador español que podemos hacer cine a lo Michael Mann, Alberto Rodríguez crea una historia, aparentemente muy simple pero que va ganando tensión a medida que el ritmo se va haciendo más lento y silencioso, donde el argumento va ofreciendo al espectador muchos más matices de los que se esperaba.

Como siempre que en la cinematografía española nos sale algo bien; las inevitables comparaciones con un producto norteamericano (maldita sea la tendencia).
Dícese de que La Isla Mínima es como una versión cinematográfica española de la serie True Detective, emitida cuando ya había sido rodada la cinta de Rodríguez, a juzgar por algunas similitudes de ambientación y de morfología de los personajes. Nada más lejos de la realidad.
Y es que Alberto Rodríguez crea en las Marismas del Guadalquivir, un universo que atrapa al espectador, con un lenguaje donde todos los elementos encajan entre sí. Vayamos por partes. Una fotografía que plasma los tonos tenues de la Andalucía de la transición. El sonido al compás de un ritmo sigiloso. Una ambientación rural, costumbrista, que dibuja de forma creíble los pueblos del sur de Cádiz de la España de principios de los 80, donde es destacable una admirable peculiaridad : si bien estamos ante una película muy española, la escena no está cargada de los arquetipos de nuestra cultura. Y, por supuesto, el hecho de lograr que dos actores, Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, encasillados en la comedia y en la ficción televisiva, respectivamente, den un sobresaliente giro de ciento ochenta grados en su interpretación. Todos los aspectos artísticos y técnicos de La Isla Mínima, absolutamente todos, se armonizan magistralmente entre sí para dar lugar a una historia con identidad y credibilidad propia, como si cada uno de esos aspectos fueran como un personaje más de la historia. No hay comparaciones que valgan.